El año pasado, Christian Reynoso (Puno, 1978) entregó la ambiciosa novela Febrero lujuria (Editorial Matalamanga), la cual nos brinda, a través de la festividad de la Virgen de la Candelaria, una de las manifestaciones más apachurrantes y posmodernas de la fe cristiana en el Perú. Su narrativa, sin embargo, surge unos años antes. Escuchémoslo.
Desde la aparición del libro de relatos Los testimonios del manto sagrado (2001), que identifico como un libro ligado más a lo mítico, hasta tu novela Febrero lujuria (2007), que es esencialmente urbana y realista, hay un cambio evidente en tu postura temática, ¿cual es la razón?
Sí. Entre ambos libros hay un promedio de seis años. Ocurre que a través de las lecturas y de la misma práctica escritural, fui asumiendo una visión del tipo de literatura que quería ofrecer. Así, al comenzar a escribir Febrero lujuria decidí alejarme de esa literatura costumbrista o mítica como la llamas y entrar de lleno en el territorio urbano. Quería reinventar una realidad urbana, en este caso sobre la base de la festividad de la Virgen de la Candelaria, que como temática y realidad compleja era muy atractiva para mí, y porque eso permitía explorarme aún más literariamente. Digamos que Los testimonios… fue un inicio de práctica literaria para, desde ese momento, configurar un mundo literario que me posibilitara nuevas ficciones a partir de la realidad. A ello se debe la ciudad ficticia de Lago Grande que aparece en Febrero lujuria.
Sí. Entre ambos libros hay un promedio de seis años. Ocurre que a través de las lecturas y de la misma práctica escritural, fui asumiendo una visión del tipo de literatura que quería ofrecer. Así, al comenzar a escribir Febrero lujuria decidí alejarme de esa literatura costumbrista o mítica como la llamas y entrar de lleno en el territorio urbano. Quería reinventar una realidad urbana, en este caso sobre la base de la festividad de la Virgen de la Candelaria, que como temática y realidad compleja era muy atractiva para mí, y porque eso permitía explorarme aún más literariamente. Digamos que Los testimonios… fue un inicio de práctica literaria para, desde ese momento, configurar un mundo literario que me posibilitara nuevas ficciones a partir de la realidad. A ello se debe la ciudad ficticia de Lago Grande que aparece en Febrero lujuria.
¿Y qué encontraste en la reinvención de una realidad apabullante como la de Puno; es decir, en la de un momento festivo tan intenso como el de la Virgen de la Candelaria?
Encontré infinidad de cosas. Desde una realidad de fiesta popular religiosa pagana, borracha, compleja, con sabor a pisco y danza, hasta todo un entramado social, comercial y no necesariamente religioso. En lo personal, el hecho de haber vivido y participado en infinidad de fiestas de la Candelaria como observador y como participante directo, me facilitó desentrañar poco a poco esa realidad compleja para reinventarla a través de la literatura.
Es, en todo caso, la crítica a un amplio sector del comportamiento social peruano. Imagino que su recepción entre los actores de la sociedad altiplánica no fue de las mejores.
En realidad hay distintas opiniones. Desde las que abogan por la novela hasta las que la critican por, según dicen, haber sobredimensionado la realidad. Pero más allá de esto, la novela hace una crítica a la religiosidad puneña, al tema de la fe, o supuesta fe, que muchos creyentes y devotos creen tener. Ahí es donde surge cierta cuestión. A mí se me representa muy atractivo el hecho de que la fe en la fiesta de la Candelaria pueda medirse en cajas de cerveza y danza. Creo además que las fiestas religiosas paganas están justamente para eso, para dar rienda suelta a la carga social que de por sí, en Puno, es ya muy complicada. De modo que quizás admitir esto, sea aún un prejuicio para muchos ciudadanos de la sociedad altiplánica como refieres.
Has tenido oportunidad de viajar recientemente a Europa para cumplir compromisos literarios. ¿Con qué te has encontrado allá? ¿Alguna novedad creativa que aporte en tus proyectos literarios?
Tuve la suerte de presentar Febrero lujuria en Madrid y París. Tú sabes que viajar significa tener acceso a una diversidad artística y cultural que resulta apabullante; el acceso a librerías, a mayor bibliografía, es muy estimulante. Por otro lado, cualquier viaje a un lugar nuevo, como la lectura de un libro nuevo, aporta experiencias que más tarde pueden, como no, plasmarse en literatura. Seguramente, más adelante estos viajes podrán configurarse literariamente; sin embargo, me siento cómodo que, sin perder de vista la ficción, pueda ubicarme en el realismo. En ese cometido estoy perfilando lo que, pienso, será una nueva novela que, teniendo como fondo el escenario político social complejo y violento del sur peruano en los últimos años, configure una historia de amor basada en la sexualidad.
Siento que tu trabajo y el de otros jóvenes narradores del interior con acceso a los medios, están otorgándole un rostro distinto a la novela peruana.
No sé si ya se puede hablar de un rostro distinto de la novela peruana. Me parece muy prematuro. Pienso que el tiempo podrá dar mejores luces sobre esto. En todo caso, la nueva producción literaria, o reciente, si el término es más adecuado, de hecho que ya está ahí y tendrá que tenérsela en cuenta para el panorama literario peruano. Es un tiempo de producción que viene encontrando un camino y que deberá consolidarse aún más, tomando como base la calidad, verosimilitud y valor literario como propuestas nuevas de reinventar al Perú, sea desde la novela o desde el cuento.
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