martes, 24 de junio de 2008

Azágar


“Chimbote era un libro mágico para la poesía”

Dentro de la pléyade de sus poetas, Chimbote tiene en Azágar (Trujillo, 1970) a uno de sus representantes más puros; puros, en el sentido de preservarse en la poesía de una manera casi frenética. Conocí a Azágar en Chimbote a inicios de la década del 90, y supe contagiarme de su espíritu místico y vehemente que siempre me habló al oído cuando pensé en las viabilidades mágicas de la poesía. Esta conversación con él, por eso, era un imperativo y una deuda personal.


Publicaste tu primer libro de poesía en 1994, en edición artesanal. Muy pocos conocen este poemario. ¿Puedes hablarnos acerca de él y el contexto en que lo publicaste?
Ese libro se llamó “Sueños a poesía”, y apareció exactamente en octubre de 1994. Contiene poemas de esa época y de los primeros años en que hice poesía (1984 a 1993). Lo publiqué pensando en mis amigos que siempre querían tener en casa algo mío. El tema de ese libro fue el amor en primer grado, es decir, el amor a la amada, a los niños, a la naturaleza, y a Chimbote, por supuesto. Fue una edición artesanal porque no pensé que alguien se atrevería a apostar por mí, por lo que hacía, y eso que ya había publicado algo en revistas culturales de esa época, como “Futuro” y “Altamar”.


Luego de ello hiciste un largo silencio. ¿Qué ocurrió con tu poesía y con tu vida durante ese tiempo? Te lo pregunto porque no volviste a publicar sino 10 años después, el poemario “De piedra y mujer”, del 2004.
Mira, yo tenía ciertas crisis, intentaba no dedicarme a la poesía, de haber querido tanto a ella, de pronto hice esfuerzos para no hacerlo. Pero uno no puede dejar de ser lo que ya es, estuve en Lima dedicado a diversos oficios, pero siempre cogía un papel, un boleto, una propaganda que suelen repartir en las calles del centro y se me daba por escribir. Mira que me alejé incluso de amigos tan queridos con los que había compartido experiencias tan importantes para mí, como el arte. No pude más, terminé por volver.


Claro, quienes te conocemos estamos convencidos que eres un poeta por sus cuatro costados. En este sentido, yo siento que tengo una suerte de deuda contigo pues tu presencia, por ejemplo, significó un alimento temático que se hizo vital en mi poesía, lo cual he intentado plasmar en un reciente poemario. Es decir, sentí que contigo conocía a un personaje mítico, fuera de este mundo. A un hombre cuya única religión era la poesía. ¿Qué piensas de mi percepción?, ¿sientes que es solo mía?, ¿crees que puedas opinar al respecto?
Doy por válida tu apreciación, porque es exactamente lo que yo sentía de la poesía en esos años, me bastaba vivir en poesía, era la totalidad. En cuanto a si era solo tuya, creo que no, porque hubo otros compañeros, y a ti te consta, que les hacía bien escucharme. Y, claro, yo estaba complacido de que lo hicieran porque de una manera no me sentía solo. Fui de alguna manera feliz. Quiero agregar algo más, si me permites, leí parte de tu libro, en especial aquella que es la primera si no me equivoco, donde mencionas esos paseos tan interesantes en mi compañía, creo que es exacto lo que dices, Chimbote era una suerte de libro mágico para la poesía, donde los dos éramos personajes que solo hablaban de ella en voz alta.


Hay un poema en tu más reciente libro, “En noviembre y otros días” (2007), donde haces prácticamente una declaración de parte de lo que ha sido para ti la poesía. “Si no he sido feliz/ fue por escribir poesía”, dices en un párrafo. ¿Es así?, ¿finalmente la poesía te ha traído infelicidad?
Esa es una pregunta difícil de responder. Mira, tú y todos los que de alguna manera están dentro del arte, saben que vivir como uno escribe es una ruptura con el mundo común y corriente, es andar por otra vía, paralela pero a la vez distante de ese lado, pasar de uno a otro trae incomprensión, mala comunicación, y por ende infelicidad, ya sea con los padres, hermanos, amores, la lista es inmensa, pero como te dije antes, uno no puede dejar de ser lo que es, pienso que he sido arte siempre, aunque eso me haya costado lágrimas y desamor, como a ti.

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